Una risa de Muerte.
Tema: la burla y el engaño a la muerte.
Idea central o storyline: Dos ancianos logran salvarse del mensajero de la muerte a través de
un juego de engaños, que les provoca tanta risa que los mata.
Personajes:
Mr. Muerte. Personaje Principal. Es una
caracterización graciosa personificada
en la parca con su hoz, con la idea de
que sea identificable y amigable con todo tipo público espectador. Vestida de
traje negro que conserva sus características clásicas, se representa por una forma fantasmagórica pero que es
amigable, es decir; un espíritu humanizado.
Don Adolfo.
Personaje Principal. Militar de profesión. Es el avispado que engaña a
la muerte con astucia, se parece a Adolfo Hitler. De camiseta de color rojo, que
simboliza el partido liberal y las luchas de
la guerra de los mil días.
Don Isra. Personaje secundario. Militar de profesión. Es el lado sentimental
de la historia y se vale de su poder de convencimiento para conseguir el
consentimiento de la muerte a su último deseo. Con camiseta azul, que denota el
partido político conservador.
Conflicto:mantenerse con vida a pesar de que ya es la hora de su muerte.
Historia:
Se encuentran dos
hombres de gran edad (veteranos de guerra) en una sala de reposo de un
ancianato mirando un programa de la T.V
al tiempo que parpadean y se le cierran las pestañas quedándose dormidos. De un
momento a otro la luz de la habitación comienza a titilar, hay un corto que
produce un ruido y despierta a los viejos, el televisor se funde y sale un vaho
oscuro del que se materializa una parca con su hoz.
Después de aparecer
completamente Mr. Muerte El señor Adolfo y don Isra despiertan con un reacción de sorpresa y
miedo, mientras ella se acerca y les muestra el pergamino donde estaban sus
nombres, lo que indica que le ha llegado su hora.
De inmediato el
señor Adolfo toma de su bolsillo de adelante las gafas y se las pone para
observar mejor con timidez e inseguridad el papel decorado. Da un paso atrás y
saca de su pantalón su cédula y mira a la muerte con valentía y seguridad, le demuestra
con su cedula recompuesta que al final su nombre está mal escrito. La muerte se
sorprende, le arrebata la cédula, da media vuelta y comienza a sacar –de lento
a muy rápidamente- muchos pergaminos hasta que casi tapada por los pergaminos
lo encuentra; los voltea a mirar a ellos y están dormidos.
Mr. Muerte se pone
furiosa y los despierta, luego los mira y alza su hoz pero se detiene al ver a
don Isra arrodillado pidiéndole un último deseo, ella accede y se sienta en la
mitad de los viejos mientras don Isra se levanta y saca del baúl sobre el que
esta la T.V. un libro de los muchos que se ven que dice memorias, lo abre y
comienza a mostrar fotos de sus hazañas militares. Entre foto y foto las caras
de alegría y recuerdo de los ancianos se ven opacadas por el desinterés y
aburrimiento de Mr. Muerte, quedándose dormida y poniendo la hoja de la hoz
sobre las piernas de don Adolfo.
Don Adolfo toca
lentamente el filo de la hoja de la hoz, aprovecha este contacto mostrándose malicioso
y de un momento a otro sus gestos se vuelven maldadosos y heroicos. Nuevamente
una descarga de energía y las luces titilan. Mr. Muerte abre sus cavidades
visuales pero no toca su hoz pero los dos viejos se encuentran al lado y lado de
él viendo sus batallas y hazañas del pasado.
Mr. Muerte se
comienza a sentir débil, se mira y se ve desvanecida, nota que le falta algo, desesperadamente
observa hacia los lados donde están los ancianos y nota que le falta su hoz, se
levanta y recorre toda la sala posándose al frente de los viejos asustados por
su mirada y su señalamiento, de repente ve debajo del mueble, detrás de los
pies de don Adolfo la hoz, se abalanza decididamente sobre ella y cuando la
agarra en sus manos se resquebraja en partes diminutas la hoja.
Al ver esta arma
resquebrajarse don Adolfo le enseña de manera sutil el serrucho a Mr. Muerte a
la par que el espectro pasa a ser silueta y luego polvo negro, los veteranos de
guerra se quedan en ese acontecimiento
en silencio, se miran sorprendidos, ven a los lados del cuarto, respiran y
sueltan una gran carcajada. Se ríen y tosen
al unísono, Adolfo se pone rojo, Don Isra sigue riéndose mostrándose recuerdos
de esas fotos alternadamente, hasta que se presentan a ambos con una gran
sonrisa, de oreja a oreja, dentro del ataúd por haber ganado en el duelo de
morir riendo y con ello el de seguir viviendo.
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